América Latina postpandemia: tres riesgos y tres oportunidades para las empresas españolas
Las empresas españolas tienen una elevadísima exposición en América Latina, de tal modo que los diferentes ciclos económicos que atraviese la región resultan fundamentales en las cuentas de gran parte del tejido empresarial español. Cabe recordar que América Latina es el primer destino de la inversión española en el mundo, con 145.000 millones de euros, y que a esta región se dirigen uno de cada tres euros que las firmas españolas invierten en el exterior. Únicamente Estados Unidos ha invertido más que España en América Latina, y las firmas españolas han creado en la región un millón de puestos de trabajo. Nada de lo que sucede en América Latina es ajeno a España y sus empresas. Durante la Gran Recesión y la crisis subprime (2008-2012), implantación en América Latina permitió a las compañías españolas, en particular las del IBEX (con un cuarto de sus ingresos procedentes de la región) compensar las caídas de demanda del mercado interno, ya que la región experimentó una caída de actividad moderada. En esta nueva crisis del Covid 19 (2020), esa misma implantación las ha penalizado, ya que América Latina fue la región más golpeada del mundo en 2020 con una caída del PIB del 7% (el mayor descenso en 120 años según CEPAL).
El avance de la vacunación, la apertura empresarial y las medidas fiscales contracíclicas implementadas por los Gobiernos, además de la recuperación de la economía mundial y de los precios de las materias primas, están posibilitando que la economía latinoamericana rebote, y se espera que su PIB avance el 6,4%, recuperando casi todo lo perdido en el pasado año. La región comienza un nuevo ciclo económico de crecimiento en 2021, y en este punto resulta pertinente preguntarse qué riesgos y que oportunidades generan este periodo postpandemia para las empresas españolas, y que cabe esperar de diferente en la economía de la región respecto a la época pre Covid 19. Responder a esta pregunta es relevante además habida cuenta de la revisión de su estrategia para la región por parte de numerosas compañías españolas en los años 2019 y 2020, en el que firmas como Naturgy, Telefónica o Glovo se han deshecho de activos en distintos países.
Un marco analítico útil para responder a esta preguntar es el la puesta en valor de los riesgos y oportunidades que presenta este nuevo ciclo económico en América Latina. El primer riesgo es un posible contagio económico derivado de la coyuntura en sus dos principales socios, Estados Unidos y China. Por un lado, un posible endurecimiento de tipos de interés en Estados Unidos antes de lo deseado (con el objetivo de contener las presiones inflacionistas), podría provocar una fuga de capitales y activos financieros de la región, en una huida hacia la calidad y seguridad de los activos en dólares con mejor valoración. Por otro lado, una desaceleración continuada de la economía china (se estima que desacelere su crecimiento del 8% al 5,6% en 2022), principal cliente regional de materias primas, podría impactar negativamente en las balanzas de pagos e ingresos de los países. La incertidumbre alrededor de Evergrande y una posible crisis “a la española” en la que el sector inmobiliario contagie al sector financiero está comenzando a ser descontada en algunas casas de análisis.
Un segundo riesgo de naturaleza interna es la elevada deuda pública del periodo postpandemia, con unos niveles medios alrededor del 80%, muy elevados para los estándares regionales. El aumento de la deuda pública conlleva un cargo previsible a presupuestos futuros que se convertirá en una de las grandes secuelas de esta crisis. Supondrá bien un incremento de la presión fiscal a unas familias y empresas todavía muy debilitadas, lo que podría frenar el crecimiento, o bien la emisión de nueva deuda, lo que a su vez resulta problemático dados los elevados niveles alcanzados en el período post pandemia. Es cierto que es una situación común a otras economías, pero cabe recordar que América Latina cuenta con una mayor restricción fiscal y presupuestaria, y que no tiene un BCE comprando bonos de los países. El tercer riesgo, de naturaleza social y política, es la elevada polarización social fruto de las demandas insuficientemente atendidas en ámbitos como desigualdad o calidad de los servicios públicos (recordemos los eventos de Chile en 2019), en un contexto de forzosa consolidación fiscal que podría reducir los programas sociales. Se ha producido un importante incremento de la desigualdad. Las estimaciones de la CEPAL apuntan a un aumento de la pobreza del 30,5% en 2019 al 33,7% en 2020, y a un aumento en pobreza extrema del 11,3% al 12,5%. Existe además una importante preocupación por el aumento del hambre en la región. El Programa Mundial de Alimentos (PMA) estima un incremento del 269% en el número de personas que afrontan una inseguridad alimentaria severa. Esto es particularmente preocupante a la vista de un nuevo ciclo político con Presidenciales en países como Brasil (40% del PIB regional) o Colombia.
Pero no todo son riesgos, y paralelamente se están produciendo tendencias más estructurales, no tan obvias pero sí de mucho calado, que permiten ser optimistas con el futuro. En primer lugar, existe actualmente una oportunidad en la oleada innovadora en la región, que está renovando los tejidos empresariales y podría contribuir a estrechar la brecha de productividad existente. Algunos datos pueden ilustrar este fenómeno. En la actualidad existen más de 1.000 compañías tecnológicas de rápido crecimiento en América Latina, con una valoración conjunta de 229.000 millones de dólares, existen 34 unicornios (startups con un valor de mercado por encima de los 1.000 millones de dólares) y la inversión de venture capital en estas compañías superará el récord histórico en 2021 alcanzando los 19.000 millones de dólares. La capilaridad de estas compañías combinada con las extensión en infraestructura digital puede contribuir a cerrar brechas de desarrollo, permitiendo a un joven en la ciudad de Alto (Bolivia) acceder a un MOOC de una prestigiosa escuela de negocios o a una mujer de Matto Grosso (Brasil) a acceso a crédito de una de las múltiples fintech latinoamericanas que han surgido en los últimos años.
La segunda buena noticia es el avance hacia un mundo más verde y descarbonizado, y la previsible mayor dependencia de energías limpias y renovables de las empresas y la economía mundial. En este contexto actual y futuro de reducción de emisiones se hace difícil pensar que la región no cobre mayor protagonismo, habida cuenta que es la reserva mundial de no pocos materiales y recursos energéticos. Por ejemplo, América Latina concentra el 70% de las reservas de litio, fundamentales para la fabricación de baterías eléctricas, y el desierto de Atacama (Chile) es el lugar con mayor insolación del mundo. Un informe reciente del BID y la OIT estimaron que la transición hacia estas energías podría generar hasta 15 millones de empleos netos en la región. El tercer factor de oportunidad, no es nuevo en absoluto, y pertenece al mundo prepandemia. América Latina tendrá que seguir invirtiendo (de forma directa por los Gobiernos, vía multilaterales o vía ayuda externa) para seguir avanzando en la superación de los numerosos de los cuellos de botella que socavan el crecimiento económico regional, y esas inversiones suponen oportunidades para las empresas españolas en los próximos años. Por ejemplo, los gobiernos latinoamericanos han reactivado los planes para APPs (Asociaciones Público Privadas) en distintas infraestructuras (aéreas, ferroviarias, transporte de mercancías) en el que habitualmente participan compañías españolas. Asimismo continuarán existiendo oportunidades en sectores como en transporte urbano o saneamiento en las grandes urbes como Sao Paulo o Ciudad de México, en turismo en los litorales caribeños o en servicios de calidad demandados por la clase media latinoamericana, en sectores como en salud, seguridad o educación.