¿De qué factores dependerá la moderación de la inflación en España a lo largo de los próximos trimestres? - El conflicto de Ucrania
Elisa Aracil
En febrero 2022, el IPC en EEUU alcanzó un +7,5% anual, en máximos en los últimos 40 años. La invasión rusa a Ucrania complica aún más las cosas. En la actualidad convive una fuerte demanda de bienes y servicios post COVID (positivo) y una subida importante de los precios de los materiales básicos debido a cuellos de botella en la cadena de producción (negativo). Es decir, inflación de oferta.
El conflicto va a suponer un alza considerable de dos componentes importantes del índice de precios: las materias primas agrícolas y las energéticas. Ucrania es uno de los mayores productores mundiales de fertilizantes, cereales y aluminio, y Rusia controla importantes gaseoductos. La alteración en el suministro tendrá un efecto directo sobre los precios y también varios efectos indirectos sobre la estabilidad política de muchos países, en especial países en desarrollo muy dependientes de productos agrícolas y sin posibilidad de obtener otros proveedores, por ejemplo, el Magreb. Recordemos que las primaveras árabes surgieron por subidas en el precio del pan.
Además de los riesgos políticos, este alza de precios supone riesgos sociales considerables, puesto que podría aumentar las desigualdades. Es decir, un alza en la inflación derivada de unos productos muy específicos (energía, alimentos) podría repercutir a toda la cadena de producción de bienes de consumo, pero afectarán previsiblemente en mayor medida a las rentas bajas. Esto es, hogares más desfavorecidos donde se consume prácticamente toda la renta exclusivamente en alimentación y energía.
¿Qué podría detener esta espiral inflacionista por el lado de la oferta? Además de las alzas de tipos anunciadas por los bancos centrales, el convencimiento de que ‘Nada es gratis’, y que por tanto el defender la democracia frente a las dictaduras puede conllevar efectos directos en cuanto al encarecimiento de los costes de vida, e indirectos, en cuanto al impacto social de posibles flujos migratorios hacia Europa e inestabilidad política en los países menos desarrollados.
Gonzalo Gómez Bengoechea
La guerra en Ucrania ha agitado la economía mundial de una manera estrepitosa. Cualquier ejercicio de predicción -naturalmente complicado en economía- se vuelve ahora completamente fútil. Esto afecta, igualmente, a la inflación. Si el consenso apuntaba a una moderación en España para la segunda mitad de 2022, las sanciones económicas y las consecuencias militares del conflicto ucraniano dejan todo aún más en el aire.
La componente energética de la inflación continuará acelerándose. Si las sanciones a Rusia incluyen, como hoy mismo proponía Garicano, una desconexión del gas ruso, entonces los precios se dispararán y contagiarán al resto de la economía en una espiral difícil de frenar. Si, por el contrario, se mantiene el suministro, lo previsible es una aceleración de los precios en una tendencia similar a la actual; problemática, pero digerible. Aunque España no se nutra de gas ruso fundamentalmente, la espiral inflacionaria nos golpearía a través del encarecimiento derivado de las cadenas de valor intra-europeas.
La situación en Europa ha cambiado dramáticamente en las últimas horas. Problemas económicos como la inflación o el desempleo son ahora costes con los que tenemos que lidiar si queremos dar una respuesta económica efectiva a la invasión de Ucrania. La gestión de la política económica debe dejar de lado las métricas de los “tiempos de paz”.
Nuestro papel en esta guerra se centra, por el momento, en la reducción de nuestros estándares de vida. El incremento de la inflación será una señal de que estamos haciendo lo correcto, si viene de una desconexión de una de las principales fuentes de financiación de las acciones militares rusas: la venta de gas a Europa.