El caso de los tigres asiáticos

En su despegue económico, jugó un papel esencial el estado desarrollista, que se caracteriza por una priorización de los objetivos a largo plazo dejando a un lado la competencia clásica entre el mercado y lo público

El caso de los tigres asiáticos
Photo by Swapnil Bapat / Unsplash
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Estudiante de Doble Grado en Administración y Dirección de Empresas (ADE) y Relaciones Internacionales (enlace)

A menudo, cuando pensamos en el crecimiento económico del continente asiático, nos viene a la cabeza China. Sin embargo, antes del despertar de uno de los actores más importantes en la economía global actual, un grupo de países, llamados los Tigres Asiáticos, comenzaron a despuntar en términos económicos: Singapur, Hong Kong, Taiwán y Corea del Sur, que se situaban entre los más pobres del mundo a mediados del siglo XX, y hoy encabezan la lista de los más ricos.

En su despegue económico, jugó un papel esencial el estado desarrollista, que se caracteriza por una priorización de los objetivos a largo plazo dejando a un lado la competencia clásica entre el mercado y lo público, creando una relación mercantilista entre ambos. Para ello, se fomentaron las alianzas en los sectores estratégicos, otorgándoles numerosos privilegios y promoviendo el incremento de las exportaciones y la disminución de las importaciones. Sin embargo, existen matices entre los cuatro países, pues su situación política difirió a lo largo de los años.

Corea del Sur y Taiwán

En el caso de Corea del Sur y Taiwán, el crecimiento económico es especialmente agudo, ya que en 1950 ambos poseían un nivel de riqueza nacional similar al de África subsahariana. El repunte de su actividad tuvo lugar en los 60, emulando las políticas de crecimiento rápido implementadas por Japón años atrás. Del mismo modo, los motivos geopolíticos supusieron un importante acelerador en ese proceso: Corea trataba de evitar la influencia de su vecino del Norte y Taiwán deseaba alejarse de la República Popular China.

La estrategia de crecimiento económico se basó en la industrialización de ambos países, gracias a la masiva inversión en la empresa pública pues, como comentábamos anteriormente, en la visión del Estado desarrollista tal inversión no buscaba desplazar al sector privado, sino complementarlo. De esta manera, las empresas públicas ofrecían factores productivos más baratos a las empresas privadas. Con ello, se trataba se construir empresas muy fuertes internamente orientadas a la exportación de productos químicos, acero, equipos de transporte y tecnología: los conocidos como sectores prioritarios. Tal y cómo observamos en el siguiente gráfico en 20 años Corea del Sur prácticamente duplicó el valor agregado de la industrialización siendo este del 11.40% en 1960 hasta el 21.98% registrado en 1980.

Esos sectores recibían subvenciones en Corea del Sur e incentivos fiscales en Taiwán. Tal era la presión que ejercían los gobiernos (poco democráticos en aquel momento) sobre la orientación a exportar a las empresas que les obligaban a cometer dumping (vender por debajo de los costes de producción) con unas pérdidas subsanadas momentáneamente por subvenciones estatales.

Como medida final destaca el fuerte proteccionismo, obstinado en la creación de empresas nacionales muy fuertes, tanto que no fue hasta los años 80 cuando se abrieron a recibir importaciones de otras economías.

Singapur

Continuando con los Tigres Asiáticos encontramos a Singapur, uno de los países más ricos del mundo en términos de PIB per cápita (60.000 dólares en 2020), que llevó a cabo su desarrollo económico a través de un libre comercio con matices. Su exiguo territorio le privaba de recursos naturales y materias primas, factor que hizo que su economía se centrase en la atracción de inversión extranjera como método de crecimiento.

La atracción de capital financiero se basó en condiciones muy favorables: bajada de impuestos y estabilidad monetaria. Singapur decidió convertirse en el epicentro empresarial de Asia. De hecho, ya en los años 60 la inversión extranjera representaba más del 20% del PIB del país.

Otro factor clave fue el incremento del ahorro nacional bruto (la capacidad que tiene un país para invertir tanto dentro como fuera de su propio territorio), que llegó a representar el 70% de la inversión que se realizaba en Singapur.

El estado desarrollista protagonizaba el 50% de la inversión, con un enfoque preferente en transporte, comunicaciones y construcción de plantas industriales.

Asimismo, se consideró urgente formar a la población y garantizar cierto bienestar social, aunque dentro de un régimen autoritario que todavía pervive. Se inculcó y enseñó el inglés para fomentar la contratación y elevar la calidad del capital humano en términos económicos, con lo que Singapur se convertía en un lugar muy atractivo para las empresas que veían en sus mismos habitantes un factor de crecimiento de la productividad. De nuevo, el estado desarrollista se esforzó en destinar un 2.69% de su PIB en educación porcentaje que contrasta con el empleado por China ese mismo año, un 1.81% o el de España, que con un régimen igualmente no democrático destinaba un 1.89%.

De igual manera, se aplicó una suerte de proteccionismo poblacional, limitando la inmigración a lo largo de los años y fomentando la retención de los nacionales, para lo que se construyeron numerosas viviendas publicas en las que habita el 87% de la población.

Hong Kong

Por último, nos encontramos con Hong Kong, que, pese a las tensiones geopolíticas con la RP China representa una de las mayores evoluciones dentro de los Tigres: en 1940 carecía de industria y funcionaba con un rudimentario sistema de intercambio. Tras la Segunda Guerra Mundial y la guerra civil, la ciudad-estado recibió un creciente flujo de capital extranjero procedente de las fortunas chinas continentales que huían del comunismo.

Este capital extranjero representaba el 50% de la inversión que entraba en el país. Gracias al mismo y a las condiciones favorables para su implantación se desarrolló y construyó una potente industria de servicios financieros, inmobiliarios y logísticos. Así, el estado tuvo un papel más pasivo, con menor presencia de empresas públicas y con el fomento del transporte y comunicaciones en manos de empresas privadas.