¿Recuperación económica en España?
Aquellos países que fueron capaces de reaccionar de manera más eficaz a los efectos del virus y que lograron amortiguar su impacto económico, fortalecieron su posición y muestran hoy un mayor dinamismo.
Tras la caída del consumo y de la producción derivada de la pandemia del COVID-19, la gran mayoría de economías del mundo sufrieron una recesión económica de mayor o menor profundidad. Aquellos países que fueron capaces de reaccionar de manera más eficaz a los efectos del virus y que lograron amortiguar su impacto económico, fortalecieron su posición y muestran hoy un mayor dinamismo.
Este no parece ser el caso de España. De acuerdo con las previsiones del Fondo Monetario Internacional (FMI), no será hasta finales de 2022 cuando se recuperen los niveles de Producto Interior Bruto (PIB) de 2019. En la Figura 1 se muestran las distintas previsiones para la progresión del PIB a precios constantes, según el FMI y los Presupuestos Generales del Estado (PGE). Las previsiones de los PGE incluyen tanto el escenario inercial (que no considera el efecto positivo de las políticas expansivas propuestas por el gobierno) como en el final (que sí las incluye).
Como se observa en la Figura 1, las previsiones del plan de recuperación de los PGE son claramente superiores a las propuestas por el FMI (un 38% más optimistas), por lo que es necesario determinar qué estimaciones se ajustan más acertadamente a la realidad según los últimos datos recopilados, disponibles en 360smartvision.com
El Índice de Comercio Minorista y el Índice de Confianza del Consumidor evolucionan de manera paralela a las previsiones de recuperación más optimistas. Respecto del mercado de trabajo, el número de desempleados es inferior al registrado en 2020, acercándose a la situación prepandemia. El número de afiliados mensuales a la Seguridad Social se ha recuperado y sigue en crecimiento, como puede observarse en la Figura 2. Este es un rasgo muy positivo que juega a favor de las previsiones del gobierno recogidas en los PGE.
Si la tesis del FMI fuera la correcta y el crecimiento fuera más moderado de lo previsto, nos encontraríamos ante un cierto desacople entre el ritmo de crecimiento económico y la creación de empleo. Los datos relativos al número de empresas inscritas en la Seguridad Social (Figura 3) y el aumento de los niveles de inflación (Figura 4), contribuyen apoyarían la visión del Fondo.
Respecto a la cantidad de empresas inscritas en la Seguridad Social (Figura 3), aún no alcanzan los 4 millones registrados en el segundo trimestre de 2019. Pese a ello, la convergencia con las cifras prepandemia es innegable, como sugiere el dato correspondiente al tercer trimestre de 2021.
La inflación, por su parte, tiende a desacelerar el consumo y a afectar negativamente a la actividad productiva. En el contexto actual, dado el origen “de oferta” del incremento de los precios, es esperable una ralentización de la actividad por esta causa particularmente acentuada.
Desde el punto de las políticas públicas, la alta inflación podría llevar al Banco Central Europeo (BCE) a subir los tipos de interés y a restringir la compra de bonos del estado. Sin la financiación del BCE, el estado podría enfrentar mayores costes de financiación a largo plazo. La Figura 5 muestra la evolución del déficit público en España, y contrasta los escenarios propuestos para 2021 y 2022 del FMI y los PGE. Como se puede observar, los primeros reflejan un escenario más desfavorable (con un déficit público un 10% superior al que proponen los PGE para el final de 2021), aunque se prevé una reducción considerable durante el próximo año.
En conjunto, las métricas analizadas nos muestran un crecimiento del PIB inferior al esperado para este año o bien más diluido en el tiempo, lo que significa que la recuperación económica se está ralentizando. La caída de los niveles de paro no se corresponde enteramente ni con el ritmo de crecimiento del PIB ni con el registro de empresas.
El desacople mostrado entre la evolución de la creación de empleo y la actividad económica, así como la creciente inflación, parecen explicar la ralentización del crecimiento actual. Sin mucho margen para políticas públicas expansivas, se puede afirmar que las previsiones contempladas por el gobierno para la elaboración de los PGE son superiores a lo que se puede esperar en la realidad, por lo que deberían realizarse los ajustes precisos en la estrategia económica para 2022.