Salir de la incertidumbre o aprender a vivir con ella
La incertidumbre provoca miedo, y el miedo suele paralizar: y lo único que tenemos que temer es... al miedo mismo.
Comentaba mi hijo, de 16 años, a punto de comenzar el Bachillerato, y tras un curso más marcado por la pandemia, que mirar hacia un futuro universitario se le antojaba lejos. En esa conversación rememorábamos las palabras del presidente norteamericano Franklin Roosevelt, del partido demócrata, que, en el discurso inaugural de su mandato en 1933, saliendo de la Gran Depresión decía:
"Así que, en primer lugar, permítanme afirmar mi firme creencia de que lo único que tenemos que temer es ... el miedo mismo: un terror sin nombre, irracional e injustificado que paraliza los esfuerzos necesarios para convertir la retirada en avance. En cada hora oscura de nuestra vida nacional, un liderazgo de franqueza y vigor se ha encontrado con la comprensión y el apoyo del pueblo mismo, que es esencial para la victoria. Y estoy convencido de que volverá a dar ese apoyo al liderazgo en estos días críticos."
Muy actual, y perfectamente aplicable casi un siglo después.
Las secuelas post Covid incluyen aspectos no sólo físicos, que suelen ser de tipo respiratorio y gastrointestinal, sino también psicológicos, con una elevación en el consumo de medicamentos para el dolor, además de antidepresivos, por poner algunos ejemplos. Además, se presentan trastornos metabólicos, problemas cardiovasculares y un marcado impacto en negativo a la calidad de vida.
Gonzalo Gómez Bengoechea apuntaba a principios de abril que sin un esfuerzo masivo en la vacunación, la recuperación económica no sería posible, y en esa misma línea, todos los indicadores de la plataforma 360 Smart Vision se dirigen de manera persistente en esa dirección. No podemos ser ajenos a que la realidad y el bienestar de las personas, tiene un nexo con aspectos que van desde lo económico a lo social en múltiples dimensiones. En esta plataforma se pueden observar y manejar de manera intuitiva datos de incidencia, vacunación, y otros muchos que no son tan sencillos de encontrar agrupados en un mismo panel, como el consumo por Comunidades Autónomas, y donde parece que las medidas de restricción no son en el momento presente, las más adecuadas para la contención pandémica.
En estos días finales del mes de abril, nos sobrecoge la terrible situación de India en cuanto a incidencia y mortalidad, subiendo estas cifras de manera dramática (figura 1) y de forma incontrolable en este momento. El ascenso radical de número de casos y muertes es desmesurado y debemos aprender del mismo. En el sentido contrario, tenemos el ejemplo de contraste con Israel (figura 2) que continua con un descenso progresivo en el número tanto de casos como de muertos, debido al efecto protector de la vacunación masiva, unido, indudablemente a la continuidad de medidas de protección, que no de restricción, en cuanto a las actividades de vida diaria, cada vez más normalizadas, con la excepción de un control de fronteras estricto, muy necesario.
En India, la relajación de medidas sin una debida protección vacunal, por debajo del 10% de la población, grandes aglomeraciones religiosas, así como la parada técnica en relación con la vacuna de Astra Zeneca, ha sido el detonante de una catástrofe sanitaria sin precedentes, aumentada por un sistema sanitario deficitario, falta de camas y de oxígeno. Y en ese sentido, asegurar la disponibilidad de camas específicas para el cuidado esencial a los pacientes, con oxígeno de alto flujo, evitando ventilación mecánica, pone de relieve la eficacia de sistemas básicos, pero efectivos, en el tratamiento hospitalario, donde importa especialmente el rápido acceso a los recursos, tanto materiales como humanos, evitando el colapso del sistema, que además debe seguir atendiendo la patología prevalente.
Se hace también necesaria una reflexión sobre el control de la incertidumbre, o sobre el dolor, o la pérdida, de amigos, de seguridades, o de seres queridos, pues es algo que está impregnado en la naturaleza humana, y en la resiliencia natural que nos caracteriza, también desde lo intangible, lo espiritual.
Podemos leer mucho estos días sobre la salida de la incertidumbre: una amiga, española y médico en un Hospital de Kinshasa, en la República Democrática del Congo, me comentaba hace unas semanas sobre la importancia que le dábamos al coronavirus, cuando en el entorno donde ella trabaja otras causas de muerte son mucho más frecuentes y desde luego, mucho más preocupantes, tanto a corto, como a medio y largo plazo.
Escribía a mis alumnos en este contexto pandémico días atrás unas líneas de ánimo, enfrentando su situación de exámenes y a las prácticas en el hospital:
"Concentraos en lo que podéis controlar a corto plazo, disfrutad del sabor de un buen café, o un helado. Sed valientes: mirad los problemas como un reto a solucionar. Estad preparados para cualquier sorpresa, nunca hasta ahora lo hemos vivido como sociedad, en este tiempo de pandemia. Abrirse a las sorpresas, buenas o malas, y aceptarlas, ayuda mucho. Dedicaos un tiempo de silencio para vosotros, para el control, y sed capaces de “reiniciar” y sobre todo de apagar, para volver a encender con energía renovada. Si lo consideráis, pedid ayuda. Aprendamos de cada una de las relaciones que hacemos, de lo que nos rodea, para construir o seguir construyendo."
Para concluir estas ideas, vuelvo a citar a otro presidente americano, con el mismo apellido del primero, Theodore “Teddy” Roosevelt, en este caso, republicano, impulsor de los parques nacionales y del Museo Americano de Historia Natural, hoy punto de vacunación Covid, tenía claro que la conservación de naturaleza era importante para los ciudadanos. En este tiempo, necesitamos seguir aprendiendo de aquellos que marcaron un camino abierto al progreso y al conocimiento, sin enarbolar más banderas que esas.
En nuestro país, para que todos los ciudadanos nos sintamos integrados en la idea de esa conservación, deberemos despejar de la ecuación el activismo político radical, que se adueña de posiciones que deberían tener un sentido que aunara estos propósitos de forma natural, para la consecución de los Objetivos para el Desarrollo Sostenible 2015-30, como continuidad de los Objetivos de Desarrollo del Milenio 2000-15, planteados con la aspiración de llegar a un equilibrio necesario para el bienestar de todos. De las 17 metas, la tercera, dedicada a la Salud, puede que sea vista como piedra angular en estos momentos, y, sin embargo, no se alcanzará si no es con el apoyo del resto de objetivos, que incluyen, como no puede ser de otra manera, la educación, la creación de empleo, el cuidado y la protección social, la defensa de los derechos humanos, y el cuidado del medio ambiente. En ese mismo camino, la Universidad Pontificia Comillas es líder mundial en el cumplimiento de los objetivos, de acuerdo con el compromiso en la búsqueda de soluciones a problemas que nos afectan globalmente: la pandemia por coronavirus es un claro ejemplo de ello.
En clave optimista, y esta recomendación final es de mi hija, de 7 años, la increíble cantante Shakira nos anima en la letra de alguna de sus canciones a no rendirnos, a continuar, a intentarlo todo, aun sabiendo que podemos fallar.
En esa línea, ¡seguimos!