Solidaridad y teoría económica
En un escenario mundial globalizado como el actual, los países definitivamente no pueden ir solos, sin ayuda mutua no es posible avanzar.
En las dos últimas semanas ha tenido lugar el Seminario de Primavera que cada año organiza la Cátedra de América Latina de la Universidad. El pasado martes 22 Adela Cortina dirigió una magistral sesión en la que abordó los desafíos éticos a los que se enfrenta la sociedad en esta nueva época. Fue un auténtico lujo escucharla. Durante su intervención, al exponer las posibles soluciones, puso de manifiesto como la reciente pandemia ha hecho patente la vulnerabilidad de los países y como la solidaridad se ha revelado como un elemento clave para solucionar las dificultades generadas. En un escenario mundial globalizado como el actual, los países definitivamente no pueden ir solos, sin ayuda mutua no es posible avanzar. Y por ello Cortina reclamó lo que denominó una “Ética Cosmopolita” que permita afrontar los problemas conjugando simultáneamente una mirada global con una local que haga posible establecer unos valores compartidos. Y fue más allá al poner de manifiesto como, para establecer esos valores compartidos, es necesario tener en cuenta los sentimientos y en este ámbito se refirió a la compasión, definida como la capacidad de ponerse en el lugar de otro para ayudarle a salir del sufrimiento, como valor fundamental: “sin compasión no hay solución”, concluyó. Y yo, en la frustrante soledad del on line, privada a causa de la pandemia del maravilloso calor que se respira en los actos universitarios presenciales, estuve a punto de levantarme y aplaudir a la pantalla.
Me gustó mucho el seminario y me despertó inquietudes y como generalmente uno siempre tiende a volver a lo suyo y lo mío es la Teoría Económica quise concretar en mi campo y, tratando de identificar los desafíos éticos a los que se enfrenta la disciplina para ofrecer a la realidad las respuestas que busca la sociedad, pensé que el verdadero reto de la Teoría Económica consiste en incorporar esos valores éticos a los postulados teóricos. Es cierto que la Teoría Económica trabaja con modelos que simplifican la realidad, y así debe ser, pero esa simplificación no puede ser tal que la reducción los convierta en espejismos que nada tienen que ver con ella.
Centramos gran parte de nuestras investigaciones en problemas de maximización que después trasladamos al aula dedicando cuatrimestres a enseñar Teoría Neoclásica que muestra como el objetivo de los productores es maximizar beneficios para generar crecimiento económico y luego nos encontramos con una realidad en la que los beneficios se tratan de maximizar y lo que se genera es un aumento de la pobreza y la desigualdad. No en vano los Estados miembros de la Naciones Unidas aprobaron en 2015 una resolución en la que reconocieron que el mayor desafío del mundo actual es la erradicación de la pobreza tal y como se concretó en el primer objetivo de la Agenda 2030 para alcanzar el Desarrollo Sostenible.
Y en este contexto me pregunto, esa solidaridad a la que apelamos, esa necesaria compasión sin la cual no será posible alcanzar el desarrollo humano integral de todas y cada una de las personas tal y como propone la Doctrina Social de la Iglesia, ¿realmente cabe en los modelos de maximización de beneficios, es compatible con la Teoría Económica que desarrollamos y enseñamos?, ¿qué tenemos en común las personas que vivimos en estas sociedades con el agente económico neoclásico protagonista de los modelos herederos de las investigaciones de Marshall o Cournot?, ¿son suficientes esos modelos para desarrollar estrategias económicas y empresariales capaces de erradicar esa pobreza?
De acuerdo con Michael Porter considero que en los últimos años la estrategia empresarial ha avanzado en esta línea, pero, como observa el profesor de Harvard, la investigación académica aún tiene mucho que decir en este aspecto, aún quedan muchas preguntas que requieren para ser respondidas adecuadamente de los fundamentos sólidos que la teoría puede proporcionarles. Recojamos pues este guante y asumamos el reto de incorporar a la Teoría Económica los valores precisos para poder llevar a cabo esa “Ética Cosmopolita” que necesitamos.