Teletrabajo (ausencia de) y COVID-19 en España
El sesgo de confirmación tiende a hacernos creer que la realidad se amolda a nuestras creencias y prejuicios como un guante. La pandemia y su gestión nos ofrece multitud de ejemplos en este sentido. Respecto al teletrabajo, el nivel económico o el sector profesional en el que uno se desenvuelva puede hacernos creer que su implantación en España durante la pandemia es una u otra; o "todo el mundo está teletrabajando porque ya no hay atascos" o "las empresas no nos dejan quedarnos en casa".
Obtener datos en tiempo real sobre la implantación del teletrabajo es muy complicado. En primer lugar, porque los organismos públicos no los proveen o lo hacen con una frecuencia muy baja. En segundo lugar, porque las propias empresas no facilitan esta información de manera agregada. Y, finalmente, porque los esfuerzos por incentivar este tipo de relación laboral son recientes y no tenemos métricas confiables desarrolladas.
España no es una potencia mundial en teletrabajo históricamente. Los datos de la Comisión Europea para los países de la Euzona-12 muestran que solo un 0,6% de los trabajadores teletrabajan en 2019 de manera habitual.
Los datos de la Fundación Ellis disponibles en la plataforma www.360smartvision.com muestran que esta situación se alteró de manera notable durante los peores meses de la pandemia. Alrededor de un 30% de los encuestados por Ellis respondieron que teletrabajaron durante los meses de marzo y abril.
Dicho porcentaje se contrajo durante los siguientes meses hasta el 8% del mes de noviembre. Los datos de enero de 2021 son similares: solo un 9% de los encuestados declara estar teletrabajando en la actualidad. Aunque los datos no son directamente comparables con los de Eurostat para 2019 (preguntas diferentes, sesgos por el tipo de encuesta...), los resultados muestran que el teletrabajo creció de manera notable durante los meses más duros de la pandemia. También sugieren un incremento importante respecto de 2019, pese al retorno gradual a las oficinas que se produjo a partir del mes de mayo.
Los datos de Eurofund confirman que las empresas y trabajadores españoles han hecho un esfuerzo importante para incorporar el teletrabajo a su rutina. Pese a ello, España se situó a la cola de la Eurozona-12 en el porcentaje de profesionales que comenzaron a trabajar en sus casas como consecuencia de la pandemia. La Figura 3 muestra como casi un 30% de los trabajadores españoles se incorporaron a esta modalidad en los meses de abril y mayo, muy por detrás de países como Bélgica u Holanda y por debajo de la media de la Unión Europea.
Los resultados mostrados abren la puerta a dos interesantes preguntas de investigación. La primera es cuáles son las razones que explican el que países como España, Grecia o Italia figuren a la cola del teletrabajo en Europa de manera recurrente. A bote pronto pareciera como si la cultura empresarial o la estructura productiva estuvieran detrás de este fenómeno.
La segunda, más acuciante en estos momentos, tiene que ver con la relación entre teletrabajo e impacto de la COVID-19. Los Gráficos 4 y 5 muestran la relación entre el porcentaje individuos que comenzaron a teletrabajar como consecuencia de la COVID-19 y la severidad de la crisis sanitaria, medida en contagios y en fallecimientos acumulados.
Los resultados muestran un grupo de países agrupados en torno a la media de la Eurozona (Italia, Irlanda, Francia, Portugal...) con una incidencia moderada de la crisis sanitaria y con un incremento del porcentaje de teletrabajadores de entre el 35% y el 45%. Junto a ellos, hay dos grupos de países con comportamientos alejados de la media.
El primer grupo es el de los países con más de un 50% de individuos teletrabajando como consecuencia de la COVID-19. Finlandia destaca entre ellos por ser un ejemplo de país teletrabajador-precavido; sin tener un número anormalmente alto de contagios ni de fallecimientos, el porcentaje de individuos que comenzaron a teletrabajar entre marzo y abril supera el 60%. En cifras similares se encuentran Bélgica, Luxemburgo u Holanda. Para ellos, sin embargo, el número de contagios acumulados ha sido el más alto de la Eurozona.
El segundo grupo lo forman Grecia y España, como paradigma de países con una menor incorporación del teletrabajo en su esquema post-COVID. Sin poder asumir una relación causal entre ambos indicadores, la menor incidencia del virus en Grecia sugiere un riesgo moderado derivado de la presencialidad.
Cuando se estudia la fuerza de trabajo en Alemania, España, Francia, Italia y Portugal se observa una composición muy parecida del empleo. En España, el sector servicios emplea a un porcentaje de los trabajadores similar al de Francia, cercano al 65%. Grecia es el único país del grupo que destaca por un peso del sector agrario superior al 10% del empleo total y por un porcentaje del sector manufacturero e industrial inferior al 10% y al 15%. A la espera de realizar un análisis más fino por subsectores según CNAE, la Figura 6 muestra el porcentaje de trabajadores por rama de actividad sobre el total del empleo.
La similitud detectada en el empleo sugiere que en España empresarios y policy-makers apuestan de manera activa por una menor presencia del teletrabajo. Pareciera como si los perjuicios derivados del teletrabajo (incluyendo una mayor actividad económica, probablemente) no compensaran los beneficios derivados de un potencial mejor control de la epidemia.
Los datos de la Fundación Ellis recogidos en www.360smartvision.com muestran que un 11% de los encuestados afirma haber tenido contacto con un infectado en su entorno laboral en enero de 2021; es el mismo porcentaje que afirma haberlo tenido en su hogar. Es cierto que los protocolos de seguridad son superiores en una oficina, pero los contactos de riesgo en el entorno laboral no parecen ser triviales.
Los datos parecen sugerir que la apuesta por el teletrabajo no es un asunto de mayor eficiencia en la gestión de los recursos o de un mejor equilibrio entre vida personal y familiar, únicamente. Se trata de una cuestión de salud pública que debe ser abordada urgentemente más allá de recomendaciones bienintencionadas y de regulaciones rígidas y simplistas. Tenemos muchos ejemplos a nuestro alrededor.