World Development Report 2023
En una de mis clases, pedí a los estudiantes que aventuraran el porcentaje que los inmigrantes representan sobre la población mundial. Sistemáticamente, todas las respuestas resultaron en una sobreestimación de la cifra real: alrededor del 2.3% de la población mundial (184 millones de personas) residen en un país diferente al de su nacimiento. El ejercicio confirma una tendencia conocida a sobreestimar la magnitud de los flujos internacionales de personas por parte de la opinión pública. Este tipo de sesgos cognitivos sobre el alcance real de las migraciones internacionales, junto con los discursos políticos peligrosamente polarizados que el tema suscita, hacen imprescindible un acercamiento sobrio y riguroso al estudio de este fenómeno. El más reciente World Development Report (“Inmigrantes, Refugiados y Sociedades”) ofrece este análisis exhaustivo.
El trabajo es denso y muy detallado, basado en una gran riqueza de datos, casos de estudio y recomendaciones de política pública. Adopta una visión de encaje (en los países de destino) y motivo (diferentes razones para dejar los países de origen) que hace imperativo pensar este fenómeno de manera cooperativa y coordenada entre países emisores y receptores. El Reporte apela también a una visión multidisciplinar en la que la Economía y el Derecho Internacional se hablen.
Resulta imposible dar aquí cobertura a la multitud de temas que se exploran en el Reporte, por lo que me ceñiré a valorar los principales hallazgos y recomendaciones en lo que se refiere al impacto de la emigración en el desarrollo económico de los países de origen.
En la literatura académica sobre este impacto, se ha convertido en un mantra comenzar nuestros estudios señalando que ese 2.3% de migrantes internacionales son, sin embargo, responsables del envío de billones de dólares en remesas a sus familias y comunidades. La magnitud de los flujos es tal que, si excluimos la FDI hacia China, el dinero que envían los inmigrantes a sus familias en países de ingreso medio y bajo supera cualquier otro flujo internacional de divisas. Por tanto, no es de extrañar que la gestión de estos recursos sea un tema prioritario para los economistas y especialistas en políticas públicas para el desarrollo.
¿Qué nueva información proporciona el WDR2023 al respecto? El capítulo 5 del reporte ratifica la enorme magnitud (si bien las dificultades de medición son serias) y la estabilidad de los flujos de remesas, lo que las convierte en un instrumento esencial en la reducción de la pobreza. Esa reducción se consigue gracias a los incrementos en los gastos de las familias en alimentos, salud y educación, especialmente de las niñas. El carácter anticíclico de las remesas las convierte en un colchón esencial en momentos de desastres naturales o conflictos armados. Además, los efectos positivos de las remesas no se ciñen a las familias que las reciben. Los beneficios para el desarrollo económico escalan a las comunidades a través de gastos como construcción de viviendas o el inicio de nuevos negocios por parte de las familias receptoras de estos flujos. A nivel macro, estos flujos permiten incrementar las importaciones y a reducir el peso de la deuda externa. Y como la figura muestra, son mucho más resilientes que otros flujos de divisas internacionales.
Ante estos datos, no es de extrañar que los organismos internacionales se encuentren implicados en la promoción de una reducción de los costes de estos envíos. Los objetivos de desarrollo sostenible 2030 (ODS) fijan esa reducción en un coste del 3%, lo que implica reducir el coste medio actual de las transferencias a la mitad. Hay una enorme variación entre países y entre corredores migratorios; pero la mayor competencia entre posibles modalidades de envío, los intentos de cooperación regulatoria internacional y las innovaciones financieras se presentan como un gran aliado en este objetivo de reducción de costes.
Es interesante que el Reporte se fije no sólo en las transferencias tangibles de dinero si no que también lo haga sobre las transferencias intangibles de normas y valores. De esta manera, el Reporte matiza una aproximación exclusivamente economicista para referirse a las llamadas “remesas sociales”, término acuñado por la socióloga Peggy Levitt. La exposición de los emigrantes a valores y formas de gobernanza diferentes en los países de destino y la comunicación de estos aprendizajes a los que se quedan en origen se traduce en más demandas de rendición de cuentas a los políticos. Aunque existe un debate al respecto, es numerosa la evidencia que apunta a que la emigración no sólo mejora la economía local si no también la calidad de la política local.
No se debe terminar este recorrido sin ofrecer un cierto matiz a este balance optimista sobre el impacto de la emigración en el desarrollo económico. Se debe señalar que el efecto de las remesas sobre la desigualdad en origen es ambiguo; que la salida masiva de emigrantes, especialmente de los cualificados, puede suponer una fuga de cerebros que descapitalice a estos países; y que los efectos positivos arriba descritos pasan por una adecuada inserción de los inmigrantes en destino (estatus regular y buen encaje en el mercado laboral). Con todo, las ganancias de la emigración en términos de desarrollo económico superan a las pérdidas por término medio. Es responsabilidad de los estados y de las organizaciones internacionales cooperar multilateral y bilateralmente para que estos flujos se produzcan de la forma más adecuada y ética posible.